—¡Siéntense y abran el libro por la página 37! —exclamó con ternura el profesor al cruzar la puerta y tras meter el pañuelo ensangrentado en su bolsillo. Aquella tos no le dejaba tranquilo desde hacía días.
»Como podrán observar, el castellano presenta cierta particularidad en lo que respecta a ciertas consonares: la k, la c y la q pueden corresponder al fonena ka. Y esto puede presentar dificultades a personas extranjeras a la hora de transcribir correctamente ya que…—la explicación se vio interrumpida por tres golpes secos y huecos en la puerta.
—Discúlpenme un momento —se excusó sorprendido dirigiéndose hacia la puerta.
—Buenas días, profesor. ¿Sería usted tan amable de acompañarme inmediatamente?
—Sí, claro —respondió el académico con seguridad— no parece usted alguien a quién le guste esperar. Déjeme un segundo que coja mi parka.
—No se preocupe, profesor. No le va a hacer falta.