Me gusta... y no me gusta

Me gustan los abrazos de MaryQueen, tan apretaditos e intensos, cada vez que nos vemos independientemente de que haya pasado una semana sin vernos o varios meses.

Me gusta la caricia basta de mi pareja en momentos de ternura y me gusta compararla con las caricias suaves y delicadas de mi sobrina.

Me gusta como huele a húmedo y mohoso el bosque tras un día de lluvia al salir a correr.

Me gusta el olor a casa vieja y recuerdos cada vez que cruzo la puerta de entrada de la casa de mi pueblo.

Me gusta fantasear con que mi sicóloga me considera una persona especial y me gusta pensar que de habernos reencontrado en otra situación tendríamos las mismas conversaciones pero como amigos y no como paciente-terapeuta.

Me gusta como cantaba mi abuela cuando cocinaba en la cocina. Canciones ininteligibles con un tono agudo de voz que sonaban a tristeza y alegría a la vez.

Me gusta que cuando en una conversación con mis amigos de Bruselas no nos sale una palabra en un idioma rebuscamos en cualquier otra lengua en común, metemos la palabra seamlessly y seguimos conversando sin que a nadie la parezca raro.

Me gusta la tortilla de patata del bar de debajo de casa, muy poco hecha y babosa acompañada de un café en el descanso del trabajo.

Me gusta jugar con los hijos e hijas de mis amigos en verano y que me consideren uno de los suyos y no como a un adulto.

Me gusta cuando en el escenario se me olvida algo y mi compañera de escena, con su simple mirada, es capaz de recordarme la línea que sigue. O de darse cuenta del blancazo y darme la pista para seguir. Me gusta saber que el público no se entera de lo que ha pasado.

Me gustan las voces roncas y profundas en los cantantes. Y más aún en las cantantes.

Me gustan las chicas con el pelo corto porque las considero, por defecto, unas rebeldes que se salen del camino marcado. Me gustan los chicos con el pelo largo pero los considero menos rebeldes por algún motivo que no me he parado a analizar.

Me gustan los días de frío y sol cuando salgo a pasear después de una semana de trabajo.

No me gusta saber que nunca más volveré a probar las croquetas de mi abuela. Ni las de jamón, ni las de setas, ni las de pescado, ni ninguna otra variedad que se le ocurriese por mucho más que le dijésemos que sólo queríamos de jamón.

No me gusta cuando hablo con alguien y simula prestar atención pero sé que no me está escuchando.

No me gusta cuando mi madre ponía la radio para levantarse y el sonido de las voces de los presentadores llegaba hasta mi habitación medio distorsionado pero lo suficientemente alto para despertarme de mala hostia.

No me gusta olvidarme de un cumpleaños de algún ser querido y llamar al día siguiente con alguna excusa nefasta para justificarme.

No me gusta cuando en una discusión con mi pareja sobre algún tema de la casa me enfado. Peor aún, no me gusta cuando me doy cuenta de que me estoy enfadando y estoy siendo poco razonable.

No me gusta el olor a meados del baño público situado entre la Gare Central y la Grand Place que se mete hasta lo más profundo de mi cerebro al pasear por el centro de Bruselas y me acompaña un buen rato después. No me gusta que me impide disfrutar plenamente del olor a goffres y chocolate que baña esas calles.

No me gusta el agua caliente al abrir el grifo del lavabo cuando me lavo la cara por las noches.

No me gusta cuando la última calada del porro se come los primeros milímetros de la boquilla de cartón y me quema la garganta.

No me gusta cuando se me cae un bolígrafo de punta y se mella la bolita haciendo que la escritura, a partir de ese momento, ya nunca sea tan fluida.

No me gusta el sabor del agua clorada del campamento de verano.

No me gusta el sentimiento pesado que se me instala en el pecho al recordar al amigo que se fue para siempre.

No me gusta ver a una negra con hábito de monja cuando estoy de viaje por África y no me gusta ver a una caucásica con hiyab cuando paseo por Europa. No me gusta decir esto y ser acusado de racismo cuando lo que no me gusta, en realidad, es la religión y su imposición en otras culturas.